«Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor». Oseas 11:4
Nuestro Padre celestial nos atrae frecuentemente con cuerdas de amor; pero, ¡ay!, cuán lerdos somos para correr hacia él. ¡Qué lentamente respondemos a sus delicados impulsos! Él nos atrae para que ejerzamos una fe más sencilla en su persona.
“Apresúrate a mí, oh Dios. Oh Jehová, no
te detengas.” Podemos demandar urgencia de Dios, si todavía no somos
salvos, porque nuestra necesidad es urgente. Estamos en peligro constante, y el
peligro es de la peor especie. Oh, pecador, dentro de una hora, dentro de un
minuto, puedes encontrarte donde la esperanza ya no te visitará más.
«Se quitará la vida al Mesías, mas no por sí». Daniel 9:26
¡Bendito sea
su nombre!, no hay causa de muerte en él. Ni pecado original ni pecado presente
lo ha manchado y, por tanto, la muerte no tiene ningún derecho sobre él. Ningún
hombre podría haberle quitado la vida con justicia, pues él no injurió a ningún
hombre; y ningún hombre podía haberlo matado por la fuerza, si él no hubiese
deseado entregarse para morir.
El placer en el servicio divino es señal de aceptación.
Los que sirven a Dios con rostros tristes, porque les desagrada hacerlo, no
están en realidad sirviéndole: pues ofrecen la forma de la reverencia, pero la
vida está ausente. Nuestro Dios no pide esclavos para adornar su Trono; él es
Señor del imperio del amor y desea que sus siervos se vistan con el uniforme
del gozo.
CUANDO
USTED ENFRENTA UNA PRUEBA, ¿cuál es
su primer impulso? Posiblemente le gustaría huir lo más rápido posible para
escapar de ella. Aunque este es un sentimiento normal, Dios lo ve de manera
diferente.
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:28-29).
Otro mal importante es la falta de decisión en favor de la verdad entre los hombres verdaderamente buenos; los que son hermanos nuestros en la fe del Señor Jesús, pero no parecen haberse decidido en cuanto a separarse del error. ¡Están en favor de la paz! Esto de «sentarse en la valla divisoria» parece ser una posición popular entre los que profesan ser cristianos. Quizá después de la reunión del próximo lunes, algunos hermanos se hayan decidido; pero, hasta entonces, estarán sentados, incómodamente por cierto, sobre la valla. Nunca pude ocupar una posición como la de ellos, y por lo tanto no siento por ellos una muy profunda simpatía. Hay uno o dos eruditos teólogos que tratan por todos los medios de estar en ambos lados de la valla, pero es un experimento peligroso. Algunos tratan de estar al lado de los que prevalecen, y otros preferirían mantener siempre su juiciosa posición. A fin de cuentas, los neutrales no obtienen el respeto de ninguno de los dos bandos; y, con toda seguridad, puede decirse que son el problema en todas las controversias.
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