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“Por qué no llega el Avivamiento” de LEONARDO RAVENHILL (Parte 4)

Notas extraídas de la lectura del libro “Por qué no llega el Avivamiento” de LEONARDO RAVENHILL (Parte 4)

¿Quién fue Leonardo Ravenhill?

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Leonard Ravenhill (1907-1994) fue un destacado evangelista, predicador, y ministro cristiano británico que estuvo activo durante el siglo XX, escribió varios libros y realizó innumerables predicaciones, muchas de las cuales se centraban en temas de oración, avivamiento de la fe cristiana, la obediencia a Cristo y sumisión a la voluntad de Dios.

Es también conocido por haber desafiado a través de sus libros y sermones el estilo de vida de muchos creyentes e iglesias modernas, exhortándoles a la seriedad y hablándoles de la necesidad de apegarse radicalmente a las enseñanzas de Jesucristo, al estilo de los cristianos primitivos.

Uno de sus libros más sobresalientes es “Porqué no llega el avivamiento”, considerado por algunos, una obra clásica, y del cual se estima que se han vendido más de medio millón de copias en todo el mundo y ha sido traducido a numerosos idiomas.

 

Notas extraídas de la lectura (Parte 4)

¿Qué escuela bíblica tiene la oración como una de sus asignaturas? La ciencia más importante que uno puede estudiar es la oración según la Biblia. Pero ¿dónde se enseña semejante ciencia? Liándonos la manta a la cabeza nos atreveremos a decir que muchos de nuestros presidentes y maestros no oran ni derraman lágrimas ante Dios. ¿Cómo pueden enseñar lo que no saben?

 

La persona que pudiera inducir a muchos creyentes a orar levantaría el más grande despertamiento que el mundo haya conocido.

 

Dios nunca ha tenido el propósito de que su Iglesia sea un refrigerador para conservar la piedad; sino una incubadora de nuevos convertidos. E. Lincicome

Que nadie diga que es demasiado anciano, pues Moisés contaba 80 años cuando le fue ordenado libertar a todo un pueblo esclavizado.

 

¿Doctrina? Tenemos de sobra, mientras un mundo enfermo, angustioso, hundido en el pecado, y el sexualismo, perece de hambre espiritual.

 

La fláccida iglesia militante es señalada burlonamente como la iglesia impotente. Gastamos cada año montañas de papel y ríos de tinta reimprimiendo los muertos productos de cerebros humanos, mientras el Espíritu Santo viviente está buscando hombres dispuestos a pisotear su vano orgullo cultural, deshinchar su propio yo y confesar que, teniendo vista, están ciegos. Hombres dispuestos a comprar, por el precio de quebrantamiento de corazón y sinceras lágrimas, el ser ungidos con colirio divino para ver las cosas como son.

 

¿Dónde están hoy día los Wesley, los Whitefields, los Finney y los Hudson Taylors? Sin embargo, en los días de los Hechos de los apóstoles tal tipo de cristianos no era una excepción, sino la regla normal.

 

Hermanos predicadores, la verdad desnuda es que en nuestros días estamos más ansiosos de viajar que de engendrar; de ahí que no tengan lugar nacimientos espirituales. ¡Que Dios nos envíe, y pronto, un profeta extraordinario a curar una iglesia extraordinariamente coja!

 

Seguramente si Ezequiel hubiese vivido en nuestros días habría sacado fotografías de Prensa del macabro espectáculo – del valle de los huesos secos -. Además, amigo de estadísticas, habría contado los huesos. Cuando hubiese corrido la noticia del hallazgo habría llamado a otros a presenciar el espectáculo de sus operaciones proféticas (no fuese que los hombres hubiesen dejado de darle el rango que le correspondía entre los evangelistas nacionales).

 

Con demasiada frecuencia hoy día muchos cuentan el número de esqueletos que se levantan al llamamiento de algún famoso evangelista, conmovidos, seguramente, pero no nacidos de nuevo. A sus pocas lágrimas respondemos apresuradamente: Cree estas promesas del Señor, les decimos. Pero todavía no tienen vida. A veces ni siquiera volvemos a verlos; pero a veces prosiguen instruyéndose en las cosas espirituales. En el mejor de los casos, podríamos decir, como en el ejemplo de Ezequiel, que los huesos se cubren de carne, y entonces el valle se cubre, ya no de huesos, sino de cadáveres. ¿Sirven para algo en el Reino de Dios? De ningún modo.

 

Nuestra inteligente propaganda, nuestra radio, nuestros artistas, nuestra música, pueden alcanzar multitudes y producir ruido y movimiento; pero ¿qué ganamos con todo ello? Porque, hermanos, lo cierto es que ni siquiera sabemos, muchas veces, si Dios nos ha llamado o no para entrar en el ministerio.

 

¿Tenemos dolor en el corazón por los hombres que perecen? El peso de pensar que un promedio de 85 personas mueren sin Cristo en el mundo a cada minuto que pasa, ¿no es un motivo para sentirnos apesadumbrados? ¿No debemos, en este mismo momento, levantar los ojos a Dios (pues Él está mirándonos a ver si lo hacemos) y decirle: «Ay de mi si no anunciara el Evangelio!»?

¿Podrían decir los demonios de nosotros lo que dijeron de ciertas personas que pretendían actuar en nombre de Cristo? A Jesús conozco, y a los pastores que tú citas, X y X, también; pero tú mismo, ¿quién eres?

El ciudadano espectador está confuso viendo a los «Testigos de Jehová» repartiendo su veneno de puerta en puerta; a los Cientistas cristianos (que no son ni cientistas ni cristianos) proclamando sus errores; a los sectarios Adventistas no dejando piedra por remover, y a la fracasada iglesia nominal manteniendo aún que ella tiene derecho a juntar bajo su regla a todos los que conocen a Cristo, pues ella sola tiene la promesa de las llaves del Reino de los Cielos. Por eso, el ciudadano del mundo que conoce el evangelio de oídas, pero no ha visto ni sentido el poder del Evangelio como una visita divina al alma humana, tiene todo derecho a preguntar: ¿Dónde está nuestro Dios? ¿Qué le contestaremos?

Evangelismo de pompas de jabón parecen ser las más brillantes campañas…; relucen por una temporada…, pero después ¿qué?…

Los antiguos santos solían cantar: “Ven, alma que lloras, ven al Salvador… Dile, si, tu duelo, ven tal como estás, Que en El hay consuelo ,y no llores más”. Pero ¿quién llora hoy día sus pecados? ¿Quién va a Dios quebrantado de corazón? Sin embargo, la verdad es que Dios sólo puede usar cosas quebrantadas.

¡Llorar por el pecado! Jeremías exclamó: «Mi cabeza fue como agua», y David dijo: «Ríos de agua descendieron de mis ojos continuamente.» Queridos hermanos, nuestros ojos están secos porque son secos nuestros corazones.

Vivimos, hermanos, en unos tiempos cuando tenemos com­pasión sin compadecer. Cuando una pareja de salvacionistas escribieron al general Booth que habían fracasado en uno de sus intentos de redimir a los perdidos, les envió esta breve respuesta: «Probadlo con lágrimas.» Así lo hicieron y tuvo lugar un despertamiento.

 

Puedes leer además la Primera Parte, Segunda Parte y la Tercera Parte de las notas.

Próximamente publicaré más partes de las notas personales que hice de este libro, desde ya estoy recomendado su lectura, lo puedes descargar aquí: “Por qué no llega el Avivamiento” de LEONARDO RAVENHILL

 

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