Soldado de Jesucristo

Soli Deo Gloria

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El nuevo cuidador de María

El nuevo cuidador de María

Por John MacArthur

(Juan 19)

 

Del Comentario

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa. (Juan 19:25-27)

La presencia de las mujeres junto a la cruz presenta un contraste marcado entre la indiferencia cruel de los soldados (v. 23- 24), los cuales estaban echando suertes con la ropa de Cristo (y, por implicación, el odio despectivo de los gobernantes [Lc. 23:35] y el desprecio burlón de los transeúntes [Mt. 27:39-40]) y el amor compasivo de un pequeño grupo de seguidores leales. Estaban junto (para; “al lado”) a la cruz de Jesús, lo suficientemente cerca para que Él les hablara. (Después, ya fuera porque los soldados los echaron o porque no fueron capaces de seguir viendo el sufrimiento de Cristo desde tan cerca, se alejaron un poco a un lugar donde había un grupo más grande de seguidores de Cristo [Lc. 23:49]). Su amor por Jesús fue superior a su miedo (cp. 1 Jn. 4:18) y se acercaron.

El número de mujeres en el grupo es discutido, pero probablemente había cuatro (cp . D . A . Carson, The Gospel According to John [El Evangelio según Juan], The Pillar New Testament Commentary [Comentario pilar del Nuevo Testa- mento] [Grand Rapids: Eerdmans, 1991], pp . 615-616; William Hendriksen, New Testament Commentary: The Gospel Of John [Comentario del Nuevo Testamento: El Evangelio de Juan, vol . 2] [Grand Rapids: Baker, 1954], pp . 2:431-432) . María, la madre de Jesús, estaba allí . Este era el momento cuya llegada Simeón le había advertido, cuando una espada le atravesaría el alma al ver el sufrimiento de su Hijo (Lc . 2:35) . De las tres listas de mujeres (cp . Mt . 27:55-56; Mr . 15:40-41), Juan es el único que menciona la presencia de María. La omisión en Mateo y Marcos es acorde con su bajo perfil en el Nuevo Testamento (y en marcado contraste con el papel importante que le asigna la teología católica romana).

El único hombre en el grupo que estaba al pie de la cruz era Juan, el discípulo a quien Jesús amaba (cp. 13:23; 20:2; 21:7, 20 y “Autoría del Evangelio de Juan” en la Introducción al comienzo de esta obra [Grand Rapids: Portavoz, 2010]). Estar allí en ese momento le valió una importante relación que el Señor estableció. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre”. Aun cuando moría, cargando con el pecado del hombre y la ira de Dios, Jesús se preocupaba con ternura por aquellos a quienes amaba (cp. 13:1, 34; 15:9, 13). Evidentemente, José, su padre terrenal, ya estaba muerto. El Señor no podía entregar a María al cuidado de sus medio hermanos, los hijos de María y José, pues no eran creyentes aún (7:5). No creyeron sino hasta después de la resurrección (Hch. 1:14; cp. 1 Co. 15:7, aunque el Jacobo referenciado en ese versículo puede ser el apóstol Jacobo). Por lo tanto, la confió a Juan; él se volvió un hijo para ella en lugar de Jesús y desde aquella hora Juan la recibió en su casa. Esta puede parecer una preocupación muy mundana en la hora del más grande sacrificio del Salvador, pero la belleza de Su amor y compasión por Su madre viuda, en medio del dolor más espantoso, refleja Su amor por los suyos (cp. Jn. 13:1).

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