Soldado de Jesucristo

Soli Deo Gloria

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“La santificación” de J. C. Ryle. (Parte 3 y final)

J. C. Ryle

Notas personales extraídas del libro 

 Por: Soldado de Jesucristo

 

– Si alguien pretende ser un santo y mira con desprecio los Diez Mandamientos, y no le importa mentir, ser hipócrita, estafar, insultar y levantar falso testimonio, emborracharse, traspasar el séptimo mandamiento, etc., en realidad se engaña terriblemente; y en el día del juicio le será imposible probar que fue un “santo”.

 

– El hombre santificado tratará de hacer bien en el mundo, disminuir el dolor y aumentar la felicidad en torno suyo.

 

– Aquel que profesa ser cristiano, pero que con egoísmo centra su vida en sí mismo asumiendo un aire de poseer grandes conocimientos, y sin preocuparle si su prójimo se hunde o sabe nadar, si va al cielo o al infierno, con tal de que él pueda ir a la iglesia con su mejor traje y ser considerado un “buen miembro”, tal persona, digo, no sabe nada de lo que es la santificación. Puede ser considerada como santa en la tierra, pero ciertamente no será un santo en el cielo.

 

– No se dará el caso de que Cristo sea el Salvador de aquellos que no imiten su ejemplo. Una gracia de conversión real y una fe salvadora han de producir, por necesidad, cierta semejanza a la imagen de Jesús (Col.3.10).

 

– Aquellos que continuamente se destapan con un temperamento agrio y atravesado, que dan muestras de poseer una lengua muy incisiva, llevando siempre la contra, siendo rencorosos, vengativos, maliciosos (y de los cuales el mundo está, por desgracia, demasiado lleno) los tales, digo, nada saben sobre la santificación.

 

– ¡Cuánta religión hay, pues, que no sirve para nada! ¡Cuán grande es el número de personas que van a la iglesia, a las capillas y que sin embargo andan por el camino que lleva a la destrucción! Esta reflexión es terriblemente aplastante, abrumadora. ¡Oh, si los predicadores y los maestros abrieran sus ojos y se dieran cuenta de la condición de las almas a su alrededor! ¡Oh, si las almas pudieran ser persuadidas a “huir de la ira que vendrá”! Si las almas no santificadas pudieran ir al cielo; la Biblia no sería verdadera. ¡Pero la Biblia es verdad y no puede mentir! Sin la santidad nadie verá al Señor.

 

– Si deseamos verdaderamente la santificación, el curso a seguir es claro y sencillo: debemos empezar con Cristo. Debemos acudir a El tal como somos, como pecadores. Debemos presentarle nuestra extrema necesidad; debemos entregar nuestras almas a Él por la fe, para así poder obtener la paz y la reconciliación con Dios. Debemos ponernos en sus manos, tal como lo hacemos con el buen médico, y suplicar su gracia y su misericordia. No esperemos a poder traer y ofrecer algo en nuestras manos. El primer paso para la santificación, al igual que para la justificación, es acudir a Cristo por fe.

 

– A medida que aumente nuestra visión espiritual más nos daremos cuenta de nuestra imperfección. Éramos pecadores cuando empezamos, y pecadores nos veremos a medida que vayamos avanzando. Sí, pecadores regenerados, perdonados y justificados, pero pecadores hasta el último momento de nuestras vidas. La perfección absoluta de nuestras almas todavía habrá de estar por delante, y la expectación de la misma debería ser una gran razón para hacernos desear más y más el cielo.

 

– Los creyentes que no hacen progreso alguno en la santificación y parecen haberse estancado, sin duda alguna es porque descuidan la comunión con Jesús, y en consecuencia contristan al Espíritu Santo. Aquél que en la noche antes de la crucifixión oró al Padre con aquellas palabras de: “Santifícalos en tu verdad”, está infinitamente dispuesto a socorrer a todo creyente que por la fe acuda a Él en busca de ayuda.

 

– En el último lugar, nunca nos avergoncemos de dar demasiada importancia al tema de la santificación… y de nuestros deseos de conseguir una elevada santidad. Por más que algunos se contenten con unos logros muy pobres y miserables y otros no se avergüencen de vivir vidas que no son santas, mantengámonos nosotros en las sendas antiguas y sigamos adelante en pos de una santidad eminente. He aquí la manera de ser realmente felices.

 

 Puedes leer la Primera Parte y Segunda Parte de las notas que tomé. Si te han sido de bendición estas notas compártelas con tus amistades.

 

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