Soldado de Jesucristo

Soli Deo Gloria

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Avergonzados del evangelio John MacArthur (Parte VII)

Notas personales tomadas del libro titulado: “Avergonzados del evangelio. Cuando la Iglesia se vuelve semejante al mundo” del pastor John MacArthur Parte 7.
Por Soldado de Jesucristo
  • – La elección soberana de Dios abarca todos los aspectos de nuestra salvación de principio a fin. Él es el autor y perfeccionador de nuestra fe (He 12.2). salvarnos es su obra por completo, puesto que incluye presciencia, elección, regeneración (Stgo 1.18), arrepentimiento (Hch 11.18), fe (Jn 6.44; Ro 12.3), justificación (Ro 3.24), santificación (He 2.11), en absoluto todas las cosas desde nuestra predestinación hasta nuestra glorificación final  (Ro 8.30). Los que son elegidos no solo son escogidos por Dios  para ir al cielo, sino para tener parte en todas las fases de su obra de salvación. No nos atrevamos a ver la santificación como algo opcional: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” He 12:14

 

  • Las buenas obras no son la causa de nuestra elección. No son razones para la justificación. En ningún sentido son la base para nuestra salvación. No obstante son la evidencia inevitable de nuestra salvación. Si en verdad somos “hechura suya”, si Él nos escogió y en su soberanía ha preparado buenas obras para que andemos en ellas, no es posible que los elegidos lleven una vida terrenal carente de obediencia a Cristo. La mera suposición hipotética de esa posibilidad es un ataque a la soberanía y omnipotencia de quien nos escogió a fin de que pudiésemos obedecer a Jesucristo.

 

  • Él nos escogió antes de que el tiempo empezara. Él nos amó con amor eterno. Él nos salvó. Él nos llamó a santificación. Él nos ordenó para obediencia, él estableció su pacto con nosotros. En verdad somos hechura suya en todo el sentido de la palabra.

 

  • La doctrina de la soberanía de Dios es objeto de abuso frecuente, y no se entiende ni se aplica bien en muchos casos. Muchos cristianos se hacen la idea de que es demasiado profunda, demasiado difícil de entender, o demasiado ofensiva. Lo cierto es que no deberíamos rehuirle, sino por el contrario, debemos recurrir a ella. No debemos tenerle miedo sino regocijarnos en ella. Esta doctrina aplasta el orgullo humano, exalta a Dios y fortalece la fe del creyente. ¿Qué podría ser más alentador que saber que Dios tiene el control soberano sobre su creación? El universo no está sujeto a acciones arbitrarias ni accidentes fortuitos. No existe la más remota posibilidad de que los planes de Dios fallen.  “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. (Rm 8:28). Esa es la promesa mejor conocida y más amada en todas las escrituras y se fundamenta en la doctrina de la soberanía de Dios.

 

  • La elección no es una excusa para la inactividad. Quienes piensan que pueden quedarse de brazos cruzados  y dejarle a Dios la tarea de salvar a los elegidos por medio de algún artificio místico, no entienden las Escrituras. Los elegidos no se salvan aparte del evangelismo ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Rm 10:14)

 

  • La fe en la soberanía absoluta de Dios libraría a la Iglesia del declive del pragmatismo y la mundanalidad. Nos haría regresar por fin a la predicación bíblica. Si los predicadores solo tuvieran confianza en el poder de Dios y en su Palabra, no considerarían necesario maquillar, ajustar ni bajar el tono del mensaje. No sentirían la necesidad  de utilizar medios artificiales  para inducir a más  personas a salvarse. No verían el evangelismo  como un problema de mercadotecnia, sino que lo verían como lo que es: la proclamación divina del único medio por el cual Dios llama a los elegidos a Él mismo. Se apoyarían más en el evangelio, el “poder de Dios para salvación”. También abandonarían los tejemanejes mundanos que empujan a la iglesia cuesta abajo con mayor velocidad.

 

  • Tengo que confesar que si uno desea ser fiel a Cristo y su Palabra, no existe una solo técnica o sistema que garantice una iglesia grande. El crecimiento en el campo espiritual es como el crecimiento en el campo físico. Puede ser nutrido y alentado. Podemos hacer cosas para asegurar un crecimiento saludable, pero no podemos generar crecimiento verdadero. Nada puede hacer que un arbusto en miniatura crezca con las mismas proporciones que un pino gigante. Si pudiera desarrollarse alguna tecnología genética para hacerlo, el resultado sería una monstruosidad. Lo mismo es cierto en el campo espiritual: “Si Jehová no edificare la casa,  En vano trabajan los que la edifican;  Si Jehová no guardare la ciudad,  En vano vela la guardia.” (Sal 127:1)

 

  •  No debemos olvidar que edificar la iglesia es Su obra. La nuestra consiste en ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura (Mr 16.15). apenas empezamos a pensar en nosotros mismos como los arquitectos y constructores de la iglesia, usurpamos la función propia y exclusiva de Dios, y cambiamos la definición de nuestros objetivos en términos de éxito, números, tamaño y otras normas artificiales. Una iglesia edificada solo sobre esa filosofía puede florecer por un tiempo, pero está condenada en últimas al fracaso espiritual.

 

  • Sin importar cuán acosada, perseguida, martirizada, rechazada, calumniada, pobre o deshonrada pueda parecer la iglesia verdadera, el Señor no abandonará a sus escogidos. Cuando el pueblo de Dios parezca haber llegado a su punto de debilidad máxima, debemos mirar de nuevo la realidad. Jesús todavía está edificando su iglesia. El plan original sigue en operación. Los  tiempos modernos no constituyen una amenaza para sus propósitos eternos. Las circunstancias de nuestro mundo atribulado no alteran su designio eterno, y sin importar cuán corrupta y mundana haya sido o pueda ser la iglesia visible, Jesucristo todavía está edificando su iglesia sobre el fundamento original y seguro de la enseñanza y el ministerio apostólicos.

 

  • Las llaves del reino son una encomienda sagrada de Cristo a su iglesia. Esas llaves simbolizan la custodia a la entrada misma al cielo. Él ha puesto a la iglesia en el mundo y nos ha mandado a predicar el evangelio para que nos sostengamos como un faro que señala y alumbra el camino para ir a ese reino. Si desacreditamos su Palabra o camuflamos el evangelio, dejamos de ser ese faro y perdemos la única autoridad que tenemos para usar las llaves del reino.

 

  • Debe quedar claro que la iglesia es una obra sobrenatural. Es Cristo mismo, no la aplicación del conocimiento  de mercadotecnia, la astucia humana o las técnicas de iglecrecimiento, quien añade personas a la iglesia, genera crecimiento genuino  y la bendice con salud y vitalidad. El crecimiento numérico por sí solo no asegura que se tenga una iglesia saludable. Crecimiento es una de las señales de vida, pero como hemos visto, el tamaño no es prueba tácita de la bendición de Dios o de la salud espiritual de una iglesia.

Próximamente estaré publicando más notas que extraje de este libro, así que estén pendientes. Ya puedes leer la Primera Parte, Segunda Parte, Tercera Parte, Cuarta Parte, Quinta Parte y Sexta Parte de estas notas. Si te ha sido de bendición esta publicación te invito a compartirla con tus redes sociales.

*John MacArthur es el presidente de The Master’s Seminary y pastor de la iglesia Grace Community Church. Sus predicaciones en el programa de radio Gracia A Vosotros son escuchados alrededor del mundo. Él y su esposa Patricia tienen cuatro hijos y quince nietos.

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