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LA JUSTICIA ES DADA GRATUITAMENTE MEDIANTE LA GRACIA |John MacArthur

John MacArthurPor John MacArthur

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, (Rm 3:24a)

En ese mismo orden de ideas, nadie está más adelante que cualquier otra persona en lo que se refiere a la salvación. Siendo justificados se aplica a los “todos” de los dos versículos anteriores: todos los que han creído, de quienes todos eran pecadores. Así como no hay distinción entre quienes necesitan la salvación, no hay distinción entre los que la reciben, porque todos ellos han sido justificados gratuitamente por su gracia.

Dikaioo (Justificados) significa declarar la probidad de algo o de alguien. La justificación es la declaración de Dios de que todas las demandas de la ley han quedado satisfechas en beneficio del pecador creyente, por medio de la justicia de Jesucristo. La justificación es una transacción de carácter puramente legal, en la que se cambia la situación judicial del pecador delante de Dios. En la justificación, Dios imputa la justicia de Cristo al pecador. Aunque ambas deben distinguirse, la justificación y la santificación nunca pueden separarse. Dios no justifica al que Él no santifica.

No obstante, Dios justifica a los creyentes genuinamente por gracia, no debido a cualquier cosa buena que haya en la persona que es justificada.

Por definición, un regalo es algo que se da gratuitamente, es algo que una persona recibe sin haberlo ganado ni merecido. El más grande de todos los regalos de Dios es el de la salvación por medio de su Hijo, la cual es dada totalmente a causa de su gracia divina. “No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia”, es decir, mediante el cumplimiento humano del estándar de Dios, declara Pablo, “entonces por demás murió Cristo” (Gá 2.21)

La ley revela la justicia de Dios y deja al descubierto la injusticia del hombre. La gracia, por otra parte, no solamente revela la justicia de Dios sino que en efecto da su justicia a los que confían en su Hijo. Esa gracia entregada gratuitamente le costó a Dios el sufrimiento y la muerte de su propio hijo en la cruz, de modo que para el creyente ya no hay nada más que pagar.

Fuente: Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Romanos, 2010. Editorial Portavoz, p. 242 – 243

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